Rodolfo Hernández, constructor y exalcalde, sorprende en las encuestas de Colombia con su discurso agresivo y áspero contra la corrupción y la clase gobernante

Nadie sabía dónde estaba esa noche. Acababa de ganar por sorpresa las elecciones a alcalde de su ciudad y todos estaban esperando a que hablara en público. Pero no había forma humana de contactar con Rodolfo Hernández, un constructor insolente y de carácter sanguíneo que hasta entonces no se había involucrado en política. Se lo había tragado la tierra.

Existen dos versiones contradictorias sobre las razones que lo llevaron a quitarse de en medio esa madrugada en Bucaramanga, en el norte de Colombia. La primera, que temía que lo mataran por haber roto la hegemonía de 30 años en el poder del Partido Liberal. La segunda, que como nunca se le pasó por la cabeza ganar de verdad, que lo suyo fuera en serio, se encontraba en Bogotá, a punto de subirse a un vuelo rumbo a Nueva York, donde iba a someterse a uno de los dos chequeos médicos que se realiza cada año. En cualquier caso, a todo el mundo le quedó claro que no tenía ninguna intención de morirse pronto.